sábado, 5 de octubre de 2013

El camino "Correcto"


Impacta la cantidad de escándalos protagonizados por clérigos no sólo en Colombia sino en diferentes partes del mundo. La iglesia católica se declara "sin culpa" ya que no existen exámenes sicológicos ni de laboratorio que determinen  la orientación sexual de una persona, aunque es una obligación de ellos "dirigir a sus discípulos por el camino que conduce a  la santidad  y enseñarles a vivir  una vida de irreprochable integridad moral".

En conversaciones sobre éste tema, hemos concluido que muchos encuentran en el sacerdocio un lugar perfecto para mimetizar sus aberraciones y disimular cierta inclinación sexual  considerada reprochable, el temor a ser rechazados los lleva al escondite de una falsa vocación para ser "respetados" por la apariencia de su investidura, y no ser juzgados en este mundo de límites y represiones...  Pudiendo vivir una sexualidad libre y buscar una religión que los acepte como son sin ocultar sus verdaderos deseos sexuales. 

La iglesia católica sigue pregonando que el "camino correcto" es el celibato, y estipula que todos los deseos y actos sexuales que estén por fuera del amor matrimonial -entre un hombre y una mujer-, son pecados que conducirán a la condena divina. Bajo tan rigurosa hipótesis, a menudo son juzgados con severidad aquellos curas que dejan el ministerio para casarse con una mujer o aquellos a quienes les descubren algún tipo de relación amorosa o sexual que hayan mantenido oculta.

Recuerdo con admiración y respeto la honestidad de Carlos Augusto Acosta, quien fue párroco en la iglesia del municipio de Codazzi, Cesar y posteriormente de la iglesia Espíritu Santo  de Valledupar, quien gracias a su inteligencia, dinamismo, carisma, y la aprobación que logró en todos los feligreses, fue becado por la iglesia y enviado a Roma a continuar con sus estudios de teología junto a los más importantes y reconocidos teólogos del Vaticano. 
Para sorpresa de todos -transcurridos algunos meses- sus más allegados amigos recibimos una carta por correo electrónico, donde nos expresaba la difícil y fuerte decisión que había meditado por más de dos años: "retirarse del ejercicio del Ministerio Sacerdotal y pedir la gracia de la dispensa de las obligaciones anejas al Ministerio y la reducción al estado laical". Lo más sorprendente para todos fue el desconcertante motivo que lo llevo a tomar esta decisión: "me quedó grande el celibato sacerdotal". Carlos Augusto no pudo seguir cargando con lo que, desde el inicio, se le convirtió en un peso insoportable de llevar.

Nuestro querido sacerdote se tornó en la decepción de muchos, pero otros entendimos la gran dimensión de su valor, al hacer lo que su fe, sus convicciones, su criterio,  su conciencia y sus sentimientos le indicaron que hiciera. En cierta forma,  un héroe, que sin traicionar su autenticidad, dejó salir a flote el hombre llano y natural que era. Un hombre valeroso que con respeto a Dios, a los creyentes, y a las reglas que le imponía el catolicismo,  prefirió renunciar antes que gozar de la autoridad, del prestigio y las grandes posibilidades que -en todo caso- tenía de tener mujeres y poder de manera oculta y tomo el camino mas arduo de una vida transparente y sin tapujos.  ¡ Que gran ejemplo! El de mi amigo, si fue "el camino correcto"

Para la iglesia podrá ser muy útil el celibato porque les concede mayor libertad y tiempo para el servicio a Dios o a ellos como organización religiosa, y les priva de tener que asumir los costos de las familias de los sacerdotes, pero también  es cierto que la iglesia puede anular esta regla cuando lo decida o convertirla en algo opcional, con el fin de evitar los  problemas por denuncias en contra de los sacerdotes relacionados con sexo y evitar los comentarios que infieren que el celibato y la abstinencia son los culpables de tantas situaciones pecaminosas. 

Hoy día, Carlos Augusto lleva su vida como cualquiera de nosotros, trabaja como docente para un reconocido colegio en Valledupar, está casado y feliz, tanto, que en su tiempo libre escribe sin premura un libro que quizá sea ejemplo positivo para su antigua casa: "Diario de un Sacerdote Enamorado". Espero llegue a ser lectura transformadora en El vaticano.

María Lucia Lacouture 

@MLLacouture